jueves, 18 de septiembre de 2008

Y cambiando de tema...

Ser mujer y ser feliz, son los dos asuntos que me afana en los últimos tiempos. No sé si una cuestión desencadena la otra, es decir, si ser mujer me haga una mujer feliz, si el amor y la felicidad son fieles compañeras, y si al respecto del amor, sea inherente estar acompañada de un hombre, de un hombre bueno o de un buen hombre. No iniciaré aquí un texto sobre feminismo, ni es un estudio de género, pero tiene que ver con las inquietutes que tengo respecto a ambos conceptos. Según Beauvoir la mujer no nace, se hace; entonces, ¿Cómo me hago mujer?, ¿Qué hace mujer a un ser humano?, ¿las mujeres son felices por ser mujeres?, ¿el sentimiento del amor destinado a un hombre, hace parte del ser mujer?, ¿Cuáles son mis roles funcionales como mujer en el mundo?.

Con prejuicio tomé un libro de Marcela Serrano, pensando que no estaba preparada para iniciar la lectura de sus libros, en la cercana página 19 encuentro que: "Una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y neuronas, de sus heridas y entusiasmos, de sus amores y desamores. Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre de las semillas que en él fecundaron, o no lo hicieron, o dejaron de hacerlo, y del momento aquel, el único en el que se es diosa. Una mujer es la historia de lo pequeño, lo trivial, lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de muchos hombres. Una mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces y de su orígen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera: una mujer es la historia de su sangre"*. Fácil parece pegar este fragmento delicado, facil para mí no fue abrir un libro y encontrar parte de mis cuestionamientos, maravilloso es entender que dentro de mi ser y fuera de él se configura y se reproduce eso a lo que le llaman ser mujer.

Y en cuando a nuestros roles, en la contemporaneidad?... hay más: "Ésta imagen de las nuevas mujeres que somos nos llevará al derrame cerebral. Además de llevar una casa, de parir y criar a los hijos, de trabajar (¡de autofinanciarnos!) y -ojalá- de alimentar también el espíritu, debemos ser inteligentes y sexualmente competitivas... Pero no solo eso también debemos darle la oportunidad a nuestra pareja de sentirse alguien diferente al proveedor -dicho sea de paso, y se sienta como se sienta frente al tema, objetivamente ya no es el proveedor-; este es dejarle espacio para su ser afectivo. Pavimentamos el camino para ese nuevo yo de los hombres y gastamos energías en lograr que se lo crean, cuando en nuestro fuero interno sabemos que es sobre nosotras y solamente sobre nosotras, que recae la responsabilidad de toda la vida afectiva. El afecto en la familia y en todos lados, sigue dependiendo ciento por ciento de nuestras recargadas espaldas".

lunes, 15 de septiembre de 2008

Desde el horizonte del recuerdo

En la terraza de mi casa, expulsando una bocanada de humo, las grises hilachas van subiendo en dirección a las estrellas: noche despejada en cielo azul oscuro y amarilla luna llena. Pensando sin cuestionar la belleza del universo, el diámetro de la tierra, la velocidad del viento, la densidad de las nubes, disfrutando el escalofrío que deja el residuo contaminante en mis pulmones, saboreando su agrio sabor. Mis manos tiemblan, es la ansiedad y el frío.
Tu haces parte de ese Universo bello, de esa magnanimidad indecifrable, qué más harán tus manos, ya las he visto irrespetar mi soberanía, decorar mi corporeidad con tus palabras de científico loco, con tu tajante denominación de mi pueril existencia: mística!!!! Es tu coherencia verbal la que impresiona, entrando a la primera etapa de la madurez, discutiendo sobre la lucidez cuando la mente al parecer se hace senil. Y yo me pregunto: qué seré yo a esa edad que se me asoma tan cercana, qué pensamientos se me ocurrirán desde el momento en que abro mis ojos, cuántos caminos faltan por recorrer, es necesario experimentar, es necesario reír.... Y depronto me dejas al despedirte un mensaje de felicidades, que me colmen, que me bendigan, y dices que la mística soy yo.
Y yo me quedé con una inmensa necesidad de llanto; sí, como el poema de Girondo, con ganas de "Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la naríz, con las rodillas. Llorarlo porel ombligo, por la boca...", aunque ninguna lágrima salió, solo sentí el viento tibio de la mañana, se me colaba por los trozos de vestidura que me dejaste porque pasaste como un huracán, y la verdad no quiero sufrir de nuevo tu vendabal, no quiero encadenarte entre mi indecisón no soportaría encontrarte enredado entre mis vaivenes mis miedos mis altibajos mis subidas de montaña rusa y mis bajadas de acantilados tropicales. Quiero tener tus barbas entre mis recuerdos, tu sonrisa mesurada tus anteojos de hombre sabio tu pelo de niño con olor a manzanilla tus manos pequeñas de uñas afiladas prestas a la música.

Déjame fundirme en tu buen consejo, en tus análisis históricos de mi evolución cultural y corporal, déjame colmarme con el elixir de tu coherencia sobre la sicología del amor, obsequiame la seguridad y la templanza con la que caminas sobre el cemento esquivando adoquines, perpetua en mis oídos tus palabras de poeta, todo completo en el recuerdo un espacio en donde las vivencias se guardan diáfanas, reposando con veracidad, tal como son sin arreglos ni ensoñaciones.

Gracias por esa madrugada nutritiva de saber.

Veronique.